martes, 4 de octubre de 2011

Leyenda de Aittitta Makurra (Lekeitio)



Cierta tarde, uno de los pescadores más famosos de Lekeitio, conocido por ser patrón de embarcación y muy diestro lanzador de arpón contra ballenas, quedó en el muelle sin conocimiento debido a un ataque. Se le llevó a un “txalupa etxe” y se llamó al médico. Vino con toda urgencia, examinó al enfermo e hizo cuanto estuvo en sus manos para reanimar al patrón.
Pasaba en aquel momento por el muelle un humilde pescador que vivía en Lekeitio. Se acercó al local donde yacía el patrón y observó lo que estaba sucediendo. Salió y se encontró junto a la puerta con un hombre bien trajeado y le dijo: “a este hombre nada podrá hacer el médico pero tú lo podrás salvar si haces lo que te digo”. Le manifestó que se metiera nuevamente en el “txalupa etxe” y ordenara a la que allí estaba encargada de la cocina, que pusiese una sartén con aceite de oliva, un poco de miel y manteca y que, una vez frio el producto, lo fuese colocando en la frente del enfermo.
Después de todo el proceso, volvió en sí el patrón y el marinero salió del local tranquilo y contento. Pero en la calle fue nuevamente abordado por el personaje que le había indicado lo que debía hacer. Y éste le dijo: “has visto cómo ha reaccionado el patrón, y desde ahora vas a ser tú un hombre que ha de curar toda clase de enfermedades y llegarás a vivir hasta cien años, pero al atardecer de todos los días tendrás que mirar al tejado de tu casa. Una vez que hayas cumplido los noventa años y cuando allí veas que ha nacido la hierba denominada ‘orma belarra’ te puedes preparar para morir. Yo soy la muerte, aunque esté completamente disfrazado, y te diré que tu recuerdo perdurará para siempre en Lekeitio.”

Cumplidos ya los noventa años, un día de verano, al asomarse al camarote, distinguió la famosa ‘orma belarra’. Se despidió de su mujer y se dirigió a la playa. Pero al llegar hacia la mitad vio a su viejo amigo, que en esta ocasión iba con su verdadero aspecto de la muerte. Cuando ésta le tocó, el pobre pescador quedó convertido en piedra. Y ahí lo tenéis, en medio de la playa Isuntza. Y se le comenzó a llamar Aittitta Makurra (abuelo inclinado).


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Gracias.



3 comentarios:

  1. Su sabiduría al vivir fue su serenidad, y su mayor tesoro al morir...

    Me ha gustado mucho la historia.

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  2. Vaya, pues me ha conmovido ^^

    Me gustaría que contaras más historias de Lekeitio

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