martes, 20 de septiembre de 2011

Pedro Juan Gutiérrez. Entre la pornografía y la desesperación



Pedro Juan Gutiérrez (Matanzas, Cuba, 1950)

Tolstói sin guerra y sin paz, Dostoievski sin crimen y sin castigo.
Montalbán sin su Barrio Chino y Pedro Juan Gutiérrez (PJG) sin La
Habana. Todos estos son impensables de similar calibre. El autor
caribeño despliega su mundo cubano con la facilidad con la que un
geógrafo abre un mapa para mostrarnos la cara más dura (entiéndase
con doble sentido) de la isla, a unas pocas millas de Florida y a años luz
de los países desarrollados. Su especialidad es la narración corta.
Relatos breves en clave autobiográfica que pueden leerse sueltos y
permiten ser interpretarlos en conjunto como coordenadas cartográficas
que ayudan a entender la vida en la isla. Detalla el día a día de los más
pobres, de los más miserables y se desmarca de la clase media:


“...Todo un banquete para un sicólogo. En definitiva, los sicólogos
siempre son de la clase media. Pero la clase media nunca se entera de
nada. Por eso siempre está aterrada y quiere saber qué está bien y qué
está mal y cómo se puede corregir esto y lo otro. Todo les parece
anormal. Debe ser terrible pertenecer a la clase media y querer
enjuiciarlo todo, así, desde afuera, sin mojarse el culo.” (Anagrama.
Trilogía sucia de la Habana)


La prosa de PJG es seca y duele como un directo en plena mandíbula.
Busca en el ring la distancia corta con el lector, le abraza, le cala con su
sudor, le provoca de palabra. Luego toma un paso de distancia y se
marca un breve bailoteo de colorido, describiendo por ejemplo el cielo
sobre el malecón de la Habana, antes de agarrarlo de nuevo y escupirle
en medio del cuadrilátero otra descripción desgarrada de sus aventuras
sexuales. ¿Tanto sexo es gratuito? Sí, aparte del que ofrecen jineteras y
pingueros, el sexo es gratuito. PJG arrea puñetazos en unas líneas
cargadas de genitales. Puñetazos de los que despejan la mente y
muestra que el sexo es un placer que hay que disfrutar porque es una
fuente de alegría regalada dentro de un mundo indigente. El sexo
supone un disfrute inmediato y exacerbado de la vida frente a una
situación sin perspectivas en la que el mismo PJG (su alter ego, escribe a
menudo en primera persona) no puede plantearse más que el sobrevivir
hasta el día siguiente. En ocasiones, incluso una perspectiva vital de
veinticuatro horas le resulta excesiva. PJG muestra su isla donde la
gente se apiña hasta el límite en miserables habitáculos, como la masa
se concentra en el espacio hasta formar un agujero negro del que no se
puede huir. Allí no hay escapatoria posible (salvo montar una balsa con
el permiso de las corrientes y los tiburones).

Sexo (mucho sexo), ron (malo, con sabor a petróleo) y mariguana
conforman la dieta principal de un PJG que en ocasiones no halla ni qué
comer y que en sus vueltas y revueltas por ganarse la vida –o no
hundirse en ella– pinta paisajes humanos y habaneros con los trazos
justos. Y no olvida el humor cubano, chispeante, nacido de la
desesperación. Tampoco escatima en jerga callejera en sus divertidos
diálogos, poblados de giros locales.

PJG –su otro yo–, afirma no querer saber nada de política, aunque sus
personajes no viven en medio de la nada, sino en la Cuba comunista, la
de los ansiados dólares y por aquí no pasa de puntillas el autor. Pero
como su paisano Eduardo Padura (autor de El hombre que amaba a los
perros) sigue viviendo en su isla a pesar de haber sido ampliamente
traducido y gozar de éxito internacional. Y es que, seguramente, su
verdadera vocación sea la de ser jardinero en La Habana. Después de
haber desempeñado todo tipo de trabajos en su vida, parece haber
hallado su verdadera realización en la jardinería. Concretamente en el
cultivo de rosas en blanco y negro. Maravillosas rosas de tinta, papel y
belleza, que es sabido, que donde mejor crecen es sobre el estiércol. El
mismo que PJG remueve a paladas, línea a línea, cubriendo de mierda
al agradecido lector, dejándolo atónito ante la rara maestría del
cultivador de rosas caribeño.

©Mikel Aboitiz, septiembre 2011    http://lalenguasalvada.blogspot.com/

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